03 Lo salvaje en mí - Romanticismo S.XIX

The wild within
Lo salvaje en mí es la tercera pieza de mi colección Romanticismo del Siglo 19 y propone una reflexión visual sobre el vínculo entre el alma y el instinto, entre lo íntimo y lo indómito, entre lo instintivo y lo espiritual, entre la calma y la fuerza, entre la niña y lo que habita en ella. 

En el corazón de la selva, una niña aparece sentada, en silencio, con el cuerpo calmo y la mirada encendida. A su lado, una pantera emerge desde la espesura, desde la sombra como si hubiese nacido de su misma energía, no como amenaza, sino como reflejo: la imagen encarnada de su fuerza interior, no la protege: la representa.

La obra no narra una escena de peligro, sino de integración.

Este no es un paisaje de supervivencia, sino de integración. Aquí, lo salvaje no es ajeno: habita en ella. La selva no es peligrosa porque ella es la selva. La selva no la oprime, la contiene. La pantera no la cuida ni la ataca: es ella misma en otra forma. La pantera no es externa, es su extensión. La obra no retrata a una niña perdida en un entorno hostil, sino a una niña que ha hecho de lo salvaje su hogar interior. Aquí, el miedo se disuelve en la conciencia, y el instinto se vuelve guía, no amenaza. La presencia animal es un espejo espiritual: es lo salvaje que habita dentro, lo que ruge en silencio cuando nadie más puede oír.


Inspirada en la estética del grabado romántico del siglo XIX, la obra explora el claroscuro no solo como recurso plástico, sino como metáfora: la luz y la sombra conviven


Inspirada en la estética romántica de los grabados decimonónicos, la obra trabaja el claroscuro no solo como técnica visual, sino como metáfora emocional. La luz y la sombra no pelean: coexisten, como lo hacen el cuerpo y el espíritu, el silencio y el rugido, la niña y su animal. Lo salvaje en mí es una afirmación sutil y profunda: no todo lo feroz se enfrenta, a veces se abraza.
Ella no teme al rugido,
porque el rugido es suyo.
En el centro de la selva,
donde todo debería asustarla,
ella descansa.

Sus ojos no buscan escape,
buscan raíz.
Y desde su calma nace una pantera, 
negra, silente, tan suya como su sombra.

No hay coraje en el grito,
sino en el silencio de quien
camina con su alma desatada
sin perder la forma.

Y así,
donde la espesura devora,
ella se siembra.
Y lo salvaje,
le responde.

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