Título de la obra: #02 “El vínculo con la bestia”
Autor: Ramiro Dramis
Colección: Romanticismo S. XIX – Obra #02
Técnica: Dibujo digital estilo grabado clásico, tonos sepia, líneas cruzadas
Esta obra explora el contraste entre lo externo y lo interno, entre el caos del entorno y el silencio de la mente. En ella, trazo una escena simbólica en la que el mar, hostil, denso, inabarcable, actúa como reflejo del entorno emocional y mental. El protagonista no se enfrenta con violencia a su monstruo, sino que lo reconoce, lo observa y lo sostiene con firmeza. En medio de la tormenta, hay un gesto profundamente humano: permanecer. Esta pieza continúa el tono romántico y dramático de la colección, pero desde una narrativa más introspectiva, donde el conflicto no está en la batalla física sino en el equilibrio espiritual.
LA NARRATIVA:
Esta segunda pieza de la colección Romanticismo S. XIX retoma el estilo grabado con tramas finas y estética sepia, evocando la técnica de Gustave Doré, y plantea una alegoría del dominio emocional en medio del caos. La escena representa a un hombre erguido sobre una pequeña balsa azotada por un mar furioso. Frente a él, una criatura monstruosa —parte dragón, parte bestia marina— se yergue con fiereza, pero está sujeta por una gruesa cadena que el hombre sostiene con naturalidad.
La mirada del hombre no expresa miedo ni agresión. Su serenidad es la clave de la escena. La criatura, símbolo del miedo, el trauma, la ansiedad o los pensamientos oscuros, no ha sido destruida, sino contenida. El hombre no lucha contra su sombra: convive con ella. Y en esa relación tensa pero equilibrada, nace el mensaje de la obra: la fuerza no está en la violencia sino en la calma, en el acto profundo de sostenerse sin perderse cuando todo alrededor ruge.
EL POEMA:
“El vínculo con la bestia”
En el oleaje ruge el mundo,
y entre espuma y sombra emerge la bestia.
Pero no hay guerra en sus ojos,
ni furia en la mano que sujeta la cadena.
y entre espuma y sombra emerge la bestia.
Pero no hay guerra en sus ojos,
ni furia en la mano que sujeta la cadena.
El hombre no domina con gritos,
ni hiere para vencer.
Solo se mantiene,
como el centro de una tormenta que no lo arrastra.
ni hiere para vencer.
Solo se mantiene,
como el centro de una tormenta que no lo arrastra.
Y en esa quietud temblorosa,
la criatura inclina su cuello,
y el mar, sin comprender,
calla por un instante.
la criatura inclina su cuello,
y el mar, sin comprender,
calla por un instante.
Porque no hay mayor valentía
que convivir con lo que duele.
Aceptar que hay monstruos que no mueren,
solo aprenden a caminar a nuestro lado.
que convivir con lo que duele.
Aceptar que hay monstruos que no mueren,
solo aprenden a caminar a nuestro lado.
Que hay días en los que la oscuridad no se espanta,
solo se nombra, se mira, se sostiene.
Y que la paz no es ausencia de marea,
sino el milagro de no soltar la cadena
cuando tiemblan las piernas,
cuando duele respirar,
cuando todo quiere hundirte.
solo se nombra, se mira, se sostiene.
Y que la paz no es ausencia de marea,
sino el milagro de no soltar la cadena
cuando tiemblan las piernas,
cuando duele respirar,
cuando todo quiere hundirte.
Entonces, y solo entonces,
la bestia se vuelve espejo.
Y en sus ojos vacíos, antiguos, tuyos
descubrís que no estás solo.
la bestia se vuelve espejo.
Y en sus ojos vacíos, antiguos, tuyos
descubrís que no estás solo.
GRACIAS POR LEER OTRO PEDAZO DE MI CORAZÓN.
Esto es solo una expresión artística más de lo que soy.
Amor propio para ser libre.
